Un tobogán submarino en el Mar de Alborán















Esquema sintético de la Cuenca de Alborán  (enmarcada por la cordillera Bética y Rifeña) en el que se observan sus principales rasgos geomorfológicos. Destaca la Dorsal que atraviesa se Sur a Norte el fondo de la Cuenca permitiendo así la individualización de dos subcuencas: Occidental y Meridional (o Almohades). Frente a su extremo nororiental se situa la tercera subcuenca denominada Oriental que da paso a los fondos más profundos ocupados por la llanura abisal Algero Balear. 

Una vía de escape para los sedimentos marinos en su huída hacia los fondos más profundos

Los relieves submarinos presentan formas muy variadas y curiosas que se pueden estudiar en detalle, hoy en día, gracias a los avances experimentados en la tecnología de prospección. Uno de los sistemas geoacústicos que está favoreciendo el rápido avance de la Geomorfología submarina es la sonda multihaz. Este sistema ofrece la posibilidad de disponer de imágenes virtuales tridimensionales que recrean las formas del relieve y permiten desarrollar su estudio pormenorizado. Hemos traído a estas páginas un curioso ejemplo tomado de la Dorsal de Alborán, en la que sobre una de sus vertientes se ha formado un canal submarino a través del cual fluyen los sedimentos finos, del mismo modo que lo hacen los niños cuando se deslizan por la canaleta de un tobogán.
El Mar de Alborán se sitúa en el extremo occidental del Mar Mediterráneo, en contacto directo con el Estrecho de Gibraltar. Realiza la importante función de encauzar las aguas mediterráneas profundas, que se expulsan hacia el Océano Atlántico pegadas al fondo marino, al tiempo que expande las aguas atlánticas que se adentran hacia el Mediterráneo circulando en superficie. Sus fondos marinos, lo que en términos generales denominamos los geólogos marinos la Cuenca de Alborán, presentan una variedad de relieves verdaderamente asombrosa. Es difícil encontrar una zona marina de dimensiones tan reducidas como las del Mar de Alborán, que tengan semejante diversidad de paisajes submarinos.

Surcando el fondo de la Cuenca de Alborán se encuentra la Dorsal de Alborán, a modo de inmensa cordillera submarina. Se inicia en las inmediaciones de la Bahía de Alhucemas y discurre en dirección sur-suroeste/nor-noreste, hasta alcanzar los alrededores del Golfo de Almería. Se extiende a lo largo de casi unos 180 km, formando de esta manera el relieve más sobresaliente de todos los conocidos en esta cuenca marina. Destaca sobre su cresta, la Isla de Alborán, un relieve volcánico residual de morfología tabular que se eleva unas decenas de metros sobre la superficie del mar. La vertiente meridional en bastante más abrupta que la septentrional, y está compuesta principalmente por sedimentos finos, lo que le confiere un carácter notablemente más inestable e irregular. Cuando contemplamos las profundidades marinas que circundan a este singular relieve montañoso submarino, podemos comprobar que son mucho más elevadas hacia el norte que hacia el sur.
Gracias a los avances tecnológicos en los métodos de prospección submarina, y más específicamente a la sonda multihaz, hemos podido indagar en un lugar de sus oscuras profundidades e iluminarla virtualmente, para así disfrutar de la belleza de sus formas. Se trata de uno de los más curiosos deslizamientos submarinos de los que existen en la vertiente meridional de la Dorsal, ya que sobre su superficie se ha encajado un canal de sección en U casi perfecto, por el que discurren los sedimentos de manera bastante más pausada, pendiente abajo, a modo de fluida colada. La toponímia submarina asigna a este relieve el nombre de Cañón de Piedra Escuela.

Algunas veces, el deslizamiento deja una inmensa cicatriz en su cabecera, denominada “cicatriz de despegue” por ser la línea a partir de la cual la masa sedimentaria se ha desgajado del conjunto y ha iniciado su desplazamiento hacia los fondos profundos. Estas cicatrices tienen, por lo general, una geometría curva con su concavidad orientada hacia la zona desplazada. El depósito generado al pie de la pendiente puede ser posteriormente retocado por flujos de sedimentos más licuados que se canalizan sobre el deslizamiento formando una entalladura a modo de canaleta que recuerda la forma de un tobogán. Entonces, los sedimentos más finos, encuentran una vía de escape más reposada hacia los fondos más profundos. Así se comprende que a un fenómeno catastrófico, como es un desplazamiento en masa, le puede suceder otro fenómeno de transporte canalizado con un dinamismo más lento. Este es, precisamente, el caso que ahora nos ocupa.



Figura 2. Imagen 3D realizada a partir de los datos obtenidos con una ecosonda multihaz sobre el talud meridional de la Dorsal de Alborán. La cicatriz en forma de U, abierta hacia el talud, indica un origen gravitacional, correspondiente a un deslizamiento de sedimentos que se han desplazado en masa hacia la Cuenca de las Almohades. Con posterioridad al deslizamiento se ha esculpido, sobre la masa deslizada, un canal de perfil en U, por el que circulan los sedimentos finos que se acumulan al pie del talud formando un depósito lenticular muy bien desarrollado.

Este inmenso tobogán submarino tiene unas dimensiones espectaculares, pues se encaja en una pared que tiene un desnivel de unos 870 metros, y una pendiente media de unos 11º a 14º. Su cabecera se encaja en el borde de la plataforma de la Dorsal, a unos 130 metros de profundidad y presenta una pendiente muy abrupta que oscila entre los 17º y 22º. La longitud total del canal es de unos 6000 metros, de manera que los sedimentos han de recorrer un largo trecho para discurrir desde la cabecera hasta la base del talud. La capacidad de transporte de este inmenso canal es incuestionable, pues en su desagüe se observa un depósito sedimentario lobulado, cuya superficie tiene una geometría lenticular, sin erosionar, que es prueba de su funcionalidad actual.
Pero ¿por qué nos interesan tanto a los científicos estas estructuras submarinas que facilitan el transporte en masa, o canalizado, de los sedimentos desde las áreas someras hasta los fondos profundos? A esta pregunta podemos dar, al menos, dos respuestas. La primera de ellas, la menos comprometida, se reduce a intentar resolver una mera curiosidad científica cual es la de describir los procesos de transporte sedimentario en el medio marino, interpretando la morfología de los relieves. La segunda respuesta es más delicada, pues nos tenemos que sumergir en uno de los aspectos de más candente actualidad que se deriva de los riesgos geológicos procedentes de las áreas marinas, esto es, el estudio de los mecanismos de generación de los tsunamis.

Los tsunamis no son más que olas de traslación que al impactar con la costa producen grandes desastres en las poblaciones ribereñas y fuertes erosiones en los relieves litorales. Para que se genere un tsunami es imprescindible que se produzca un desplazamiento de masa en el fondo marino. Los dos procesos más frecuentes que pueden generar un tsunami son, el súbito movimiento de una falla de la corteza que desplace uno de sus bloques, o bien por una avalancha de sedimentos que se transporte desde zonas someras de la plataforma continental hasta algún lugar de la cuenca profunda. Ambos fenómenos determinan la formación de una depresión en la superficie del mar que tiende a ser ocupada por la masa de agua circundante. De esta manera se inicia el movimiento de la onda de choque que es el tsunami.

Actualmente estamos estudiando, mediante la utilización de modelos matemáticos, la relación existente entre los desplazamientos masivos de sedimentos marinos a diferentes velocidades y la formación de olas de traslación. Para ello utilizamos ejemplos reales como el que estamos comentando en este artículo, analizando los parámetros que definen cada deslizamiento. En cierto sentido, nos convertimos en una suerte de “cazadores de deslizamientos”, pues perseguimos aquellas zonas del fondo marino más inestables y que pueden presentar fenómenos de este tipo.
Los especialistas de la comunidad científica internacional están muy interesados en estos fenómenos puesto que, a parte de su potencialidad como generadores de riesgo para las poblaciones ribereñas, suponen igualmente un riesgo para las comunidades bentónicas y nectobentónicas que viven vinculados a los sedimentos inestables. El colapso de los depósitos sedimentarios puede suponer una importante pérdida de biodiversidad y de hábitats para numerosas especies de gran interés natural.

Fuente: Knol

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