Ecología y turismo





La labor ecológica es compleja. Es así porque en la protección de la naturaleza intervienen muchos factores, siendo la propia naturaleza sólo uno de ellos. Los defensores ambientales exitosos, es decir los que producen resultados, saben esto y toman todos los factores en cuenta, entre ellos los políticos y económicos. Son buenos negociadores porque reconocen que la negociación es la mejor forma de solucionar problemas.

Y es que en ecología la intención y solución no siempre van aparejados. Se dan situaciones en que lo que a primera vista parece lo mejor no lo es y, por el contrario, acciones que aparentemente afectarían al ambiente terminan beneficiándolo. Pongamos por ejemplo un bosque cercano a la ciudad. Alguien propone que se haga en él un parque para protegerlo de una eventual urbanización. El ecologista "puro" se opondrá pues dirá que cualquier intervención humana afecta el delicado equilibrio natural. Tiene razón, pues la única forma de preservar intactos los ecosistemas es que no haya humanos. Su propuesta de no hacer nada triunfa y todo sigue igual... por un tiempo. Con los años se da otra coyuntura política y el bosque es utilizado para construir edificios. Al final la ecología perdió pues se terminó sin el bosque y sin el parque. Dado que muchos buenos propósitos pueden terminar así, en materia ecológica hay que ver mas allá de lo que está a simple vista.



Soy un firme defensor de los arrecifes, pues, además de admirarlos, he tratado de informarme de su importancia en la naturaleza. Los arrecifes de coral son esenciales para la vida marina... y para la vida en la tierra. Aparte de servir de hábitat a cientos de especies y permitir su sana reproducción y desarrollo, los arrecifes funcionan como vallas protectoras que reducen la fuerza de las corrientes, evitando inundaciones y desbordes. En un estudio realizado posterior al tsunami del 2004, se evidenció que las zonas menos afectadas fueron aquellas con los arrecifes más saludables.



Los arrecifes de coral no son piedras, son animales inmóviles que se agrupan en grandes cantidades. Como todo animal nacen, crecen, se reproducen y mueren. Y como todo animal su condición es frágil y propensa a riesgos. Lleva mucho tiempo la formación de un arrecife de coral. Hay que protegerlos, de esto no existe duda. La duda se presenta cuando nos preguntamos cuál es la mejor forma de hacerlo.



Recientemente hubo alarma cuando se pretendió construir una marina en Los Cóbanos. Muchas protestas se alzaron. Esta reacción era natural y bien intencionada. El propósito evidente era proteger el arrecife que, como hemos visto, es importante. Quisiera sin embargo hacer algunas observaciones. Son de tipo general ya que no conozco de cerca la situación particular de este caso.



Primeramente hay que señalar que los principales peligros a que se enfrentan los arrecifes son la contaminación por residuos industriales, desechos humanos y la pesca por arrastre. Contra esto hay que dirigir principalmente la acción. La pesca por dragado, en la que prácticamente se pulveriza el fondo marino para recoger especies, destruye el coral de forma acelerada.



Los desarrollos turísticos como las marinas, si se construyen siguiendo normas estandarizadas de ecoprotección y se hacen en base a acuerdos con grupos ecologistas, no son necesariamente perjudiciales y tienen un buen punto a su favor: atraen capital. Al atraer capital atraen también la atención de las autoridades, quienes ponen más interés en aspectos de conservación, tomando acciones efectivas sobre sus más inminentes peligros. Aunque no es una regla ni es algo automático se ha observado que es en las zonas donde hay turismo en donde más cuidado se pone a los arrecifes. El turismo puede, en suma, ser bueno o malo para el medio ambiente, todo depende de cómo se haga y qué reglas se pongan.



Nueva Zelandia, Australia y el Caribe son buenos ejemplos en donde se ha logrado armonizar el turismo con la protección de arrecifes, incluso se ha utilizado el turismo como instrumento clave para su rescate.



En Los Cóbanos la obra ya fue suspendida pero esto no debe ser el fin de la historia. Los grupos ecologistas deben ahora actuar con vista al futuro. El arrecife en esta zona sigue bajo presión y hay áreas con deterioro. La reducción de factores nocivos y la restauración (actualmente ya existe la tecnología para la rehabilitación, ver ecoreefs.com y biorock.net) son las siguientes acciones a tomar. Tampoco se debería descartar de antemano eventuales desarrollos turísticos. Si se hacen en base a buenas negociaciones y acuerdos, lejos de ser negativos, pueden convertirse en opciones en donde tanto la ecología como el turismo salgan ganando.



*Médico psiquiatra y columnista de El Diario de Hoy. jsifontes@elsalvador.com



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